9 de abril de 2012

Historiografía ludológica


Hace pocos días, Bryan-Mitchell Young llamó la atención acerca de la necesidad de intensificar nuestros esfuerzos en conocer los detalles de la Historia de los Videojuegos. Él detalla que, a pesar de la enorme cantidad de investigación realizada y de la gran bibliografía disponible, todavía no es posible detallar cuándo fue la primera vez que alguien conectó dos o más computadores para jugar en línea. Y lo ejemplifica de manera aún más dramática cuando cita el reportaje de Frank Cifaldi acerca de la incertidumbre en cuanto a la fecha en que el videojuego Super Mario Bros. para NES fue lanzado en los Estados Unidos. El tipo de investigación que pretenda conocer estos detalles ha de ser tanto documental como testimonial: necesitamos leer y contrastar los registros escritos con entrevistas personales. Por otra parte, la introspección en el tema debe tener un carácter definido: no puede ser general. El llamado de Bryan-Mitchell Young me hizo sentir compelido a unirme en esta cruzada, porque veo muy positivamente tanto este conocimiento detallado cuanto la labor investigativa que requiere. Y me hizo pensar, por cierto, en cómo se desarrollaría esta disciplina en Chile particularmente. ¿Estamos partiendo desde cero? No precisamente.

La entrada anterior es un ejemplo de que hay trabajo investigativo ya hecho en nuestro país acerca del desarrollo interno de los videojuegos. Tomás Mosqueira da testimonio del primer videojuego hecho en Chile, Zeno Clash, de los hermanos Andrés, Carlos y Edmundo Bordeau. No obstante, el reportaje de Mosqueira no nos da la fecha de publicación de este videojuego. Este dato puede ser obtenido en el blog oficial del videojuego, sin embargo: el 21 de abril del 2009. El reportaje de Mosqueira es amplio, de modo que no se centra en detalles particulares como este.

Pero hay alguien más que, como parte de sus investigaciones urbanísticas centradas en Santiago de Chile, ha escrito varios reportes acerca de la historia de los videojuegos en esta ciudad. Cuatro en total, cada uno de ellos sumamente completo, documentado y escrito con encanto deleitable. El primero se remonta al 1ro de febrero del 2009 y trata acerca del local de videojuegos «Delta 15», que funcionaba en el Paseo Ahumada. El segundo fue publicado el 13 de mayo del 2009 y se refiere a los «Entretenimientos Diana», de gran fama en la capital y que yo mismo he frecuentado en varias ocasiones. El tercero fue publicado el 30 de junio del 2009 y habla acerca de otro local ubicado en el Paseo Ahumada: «Games Center». El último apareció el día 09 de enero del 2010 y trata acerca del legado de y la experiencia personal del autor con los videojuegos de Bill Williams: una verdadera joya. Así, Cristian Salazar nos deleita con la narración tanto de los hechos cuanto de su experiencia personal en relación con ellos. De hecho, fue la publicación de este último texto el que me decidió a contactarlo y entrevistarme personalmente con él. ¿Cómo perder la oportunidad de conocer a alguien que escribe con tal virtuosismo?

Este es el tipo de historia que nos falta hacer: aquel en el que lo anecdótico forme parte de los sucesos fundamentales de la historia narrada. Esto nos servirá tanto para descubrir aquellos detalles apreciados por Bryan-Mitchell Young (o explicar por qué no pudimos encontrarlos como Frank Cifaldi) como para reconocer que la historia requiere de la participación de personas y que nuestra indagación acerca de ella también es digna de ser relatada. No partimos desde cero, pero tenemos mucho por aportar: muchas historias por recoger y, tanto o más importante, muchas historias por construir.

El método utilizado por Frank Cifaldi en el reportaje que mencioné arriba (el que leí más recientemente de entre los que menciono aquí) nos otorga un ejemplo apropiado de cómo conducir y redactar este tipo de investigación. Al momento de llevarla a cabo, tenemos que contactar y entrevistar a quienes estuvieron involucrados en aquello que estamos investigando: sus testimonios nos servirán para pesquisar y añadir documentos que se le hayan escapado a la 'historia oficial'. Al momento de escribir, resulta imprescindible explicar lo que hicimos y lo que hallamos (además de añadir interpretaciones personales sobre lo que no esté claro): nuestros lectores entederán mejor por qué alcanzamos las conclusiones que les estamos ofreciendo de esta manera. Un plan de trabajo no está de más. Y, resulta casi innecesario decirlo, tenemos que saber escuchar la razón y el sentido común, además de no sofocar la curiosidad (aunque ella nos empuje a no respetar los límites de nuestra investigación).

Este es el tipo de investigación que debería guiar, por ejemplo, la indagación acerca de experiencias tecnológicas en Chile, que me propuse el año pasado (y que me causó insomnio y terminó por convencerme de tomar una vacaciones en Santiago). No se trata, pues, de contar una historia impersonal (aunque sea en aras de la venerable imparcialidad), sino de narrar lo que las personas describen como sus experiencias personales en los hechos. Ambos tipos de relato incluirán nuestras apreciaciones personales, pero este último contendrá más elementos para que nuestros lectores entiendan cómo las alcanzamos. Por eso utilizo el equívoco término historiografía: para señalar que me refiero a un método en particular más que a la práctica en general de escribir la Historia.